Adictos a las emociones

Art. Marisa Navarro terapeuta y escritora, autora de los libros “La medicina emocional” y “El efecto tarta”

Seguro que conoces a personas que parecen estar constantemente tristes, preocupadas por algo, que siempre son muy pesimistas, parecen enfadadas o incluso, cada vez que las ves, te cuentan que tienen problemas con otras personas.

Las hay que no conciben su vida si no es en conflicto, hacen de la discusión una afición, de la ira su estado de ser natural, e incluso llegan a no entender la felicidad si no es a costa de la infelicidad de otros. Pueden sentirse constantemente preocupados y pesimistas, buscan hasta lo más profundo de su mente pensamientos negativos para sentirse tristes, desamparados y desgraciados. Da igual que aparentemente las cosas parezcan ir bien, ellos nunca están contentos.

¿Por qué son así?, nos preguntamos. Porque han descuidado tanto el manejo de sus emociones, se han despreocupado tanto de intentar tener pensamientos positivos, que se han convertido en adictos a sentir emociones negativas y no pueden entender su vida de otra manera. El origen de esta situación puede estar en algún trauma o experiencia negativa, o en el haber sido educados por personas que eran así, y de las que se ha imitado su comportamiento, o simplemente en la elección de una manera de actuar que se pretende sea como un mecanismo de defensa. Pero el que este hecho se convierta en una adicción tiene una razón científica, que se basa en cómo se comportan nuestras neuronas.

Nuestros pensamientos generan sentimientos y estos, a su vez, hacen que segreguemos determinadas sustancia muy adictivas para nuestro cuerpo. Sin quererlo, acostumbramos muy rápidamente a nuestro cerebro a pensar o sentir de determinada manera, hasta que este demanda ese estado de ánimo constantemente, como lo haría con cualquier otra adicción. En el caso de las personas en permanente estado de ánimo negativo, su cerebro se ha acostumbrado a sustancias como la adrenalina y el cortisol, enormemente adictivas, hasta el punto de crear receptores en las membranas de sus células, que van a permanecer ahí durante muchísimo tiempo demandándolas, de esta manera la persona busca constantemente situaciones, pensamientos y sentimientos que le aboquen a generar esas sustancias que sus neuronas demandan.

Ser adicto a las emociones negativas es un problema muy serio, porque puede llegar a ser tan destructivo como cualquier otra adicción. Generalmente los que lo sufren se encuentran en un estado de ansiedad continua, que incluso llega a la depresión, pero que ellos entienden como normal. Cuando no están en ese estado de nervios, de tristeza… sienten que algo les falta y se deciden firmemente a buscarlo.

Para ello son capaces de poner en marcha estrategias de todo tipo. Por ejemplo, en el caso de las personas cuyo bienestar depende del comportamiento de otros, viven analizando constantemente cómo actúan otras personas, imaginando qué hará, buscando cualquier acto para considerarlo una desconsideración o desplante hacia sí mismo, y así cualquier cosa que lo ponga en esta situación de sentimientos.

Una adicción emocional, como cualquier problema, tiene solución, pero para ello, lo más importante y el primer paso es reconocerla y aceptar que se tiene, y después querer curarse. Resulta difícil y requiere mucho esfuerzo, porque siempre es complicado aceptar qué es lo que nos está ocurriendo, así como renunciar a una manera de actuar que tenemos tan instaurada. Por ello es normal que la persona emocionalmente dependiente, siempre se esconda tras excusas para justificarse, del tipo “yo soy así”, “no se puede cambiar a mi edad”, “este es mi carácter y si te gusta bien, si no pues nada”…, y esto hace mucho más complicado el proceso de cambio y recuperación.

Pero si se toma la decisión, firme y meditada, de querer “desengancharse” de estas adicciones, se debe trabajar para aprender a reconducir nuestro cerebro. Teniendo en cuenta que nos llevará trabajo, pero que es posible. Podemos seguir la fórmula de “distancia mental mas tiempo”, que consiste en lo siguiente, lo primero establezco una “distancia física” con el objeto de mis pensamientos negativos obsesivos, toda la que se pueda, y dejo pasar tiempo, observarás que si eres muy constante con la distancia física, la mental llegará con el tiempo necesariamente.

La distancia mental requiere que nos convirtamos en «detectives de nuestros pensamientos», para estar al tanto de cuáles son los que nos están provocando esos sentimientos de sufrimiento y, tras reconocerlos, poder cambiarlos. E igualmente siendo constante, una vez pasado el tiempo necesario, llegaremos a superar estas adicciones emocionales.

 

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