¿Pensamos y sufrimos igual las mujeres y los hombres?
Art. Marisa Navarro
Terapeuta y autora de los libros La medicina emocional y El efecto tarta
www.marisanavarro.com
Mujeres y hombres tenemos universos emocionales diferentes y, aunque complementarios, son muy distintos. Esta realidad, tiene un doble origen, que es por un lado cultural, porque tradicionalmente al género masculino, al contrario del femenino, se le enseña desde la infancia a controlar las emociones y a no mostrarlas; y por otro lado un origen físico, que se demuestra, al observar en diferentes pruebas cerebrales, como se estimulan, ante situaciones emocionales, determinadas áreas distintas del cerebro, dependiendo del género de la persona. A su vez una cosa puede ser consecuencia de la otra, puesto que siglos controlando o expresando las emociones, podrían haber dejado su huella marcada genéticamente.
El cerebro de la mujer y el del hombre tienen una forma de funcionar diferente. Por ejemplo, la mujer suele ser más intuitiva y capaz de hacer más cosas a la vez, porque posee más conexiones entre ambos hemisferios cerebrales, mientras que los hombres se orientan mejor, tienen más facilidad a la hora de tomar decisiones y son más ejecutivos, por tener más conexiones nerviosas entre la zona motora del cerebro, que se encuentra en la parte frontal y la zona visual, localizada en la occipital. Además, los hombres tienen más desarrolladas las áreas cerebrales destinadas a la actividad sexual y a la agresividad, mientras que las mujeres tienen más desarrolladas las zonas destinadas a la empatía.
Su traducción en las emociones provoca que las mujeres, en general, sean más intensas y expresivas y memoricen mucho mejor los episodios que están cargados de emociones tanto positivas, como negativas. En consulta cuando realizo terapia de pareja, veo como las mujeres suelen recordar mucho mejor y con más detalles las discusiones o los episodios cargados de emotividad. Por ello en una discusión, tienen más facilidad a la hora de sacar «trapos sucios» del pasado, y los hombres se sorprenden mucho de esto, pero no es que los quieran guardar deliberadamente, sino que fisiológicamente tienen facilidad para hacerlo. Por el contrario a ellos, les cuesta más comprender las emociones de los que les rodean, pues están más orientados a la acción, mientras que las mujeres se orientan más a la reflexión, por lo que suelen tener más habilidades sociales.
El no expresar, ni entender, ni gestionar de la misma manera las emociones, es propio de hombres y mujeres, teniendo en cuenta que manifestarlas se considera un signo de debilidad, o que hay emociones que están bien vistas dependiendo del género. Así ante una misma situación negativa, la mujer puede expresar tristeza y el hombre enfado. Ello conlleva que ambos sexos, tengan tendencia a desarrollar enfermedades mentales diferentes. Por ejemplo, las mujeres tienen una mayor predisposición a sufrir ansiedad o depresión, mientras que los hombres tienden más a conductas antisociales y problemas adictivos.
Tampoco manejamos de la misma forma el estrés, mientras que en ellos suele generar estados de furia e impulsividad y ganas de salir corriendo, sin querer compartir su estado, en ellas despierta un deseo de introspección y un análisis de las situaciones y de las emociones, que con frecuencia se comparte normalmente con otras mujeres.
Por otro lado está el papel de las hormonas sexuales, que también juegan un papel diferente sobre nuestro estado emocional y, por tanto, sobre nuestros pensamientos y comportamientos. Porque si bien es cierto que primero es el pensamiento y después el sentimiento, hay elementos internos como son las hormonas que producen en nosotros determinados cambios en cómo nos sentimos, como por ejemplo más irritables o sensibles, o con mayor ansiedad, y en cuanto notamos esos estados, enseguida empezamos a crear pensamientos que justifiquen y refuercen esos estados creados por nuestras hormonas, y a partir de ahí empieza el conjunto, pensamiento-sentimiento-actitud-acción.
Por estos motivos, mujeres y hombres nos equivocamos cuando pretendemos que uno y otro, tengamos las mismas respuestas emocionales. No es que deliberadamente no queramos expresarnos igual, o gestionar nuestros sentimientos de la misma manera, sino que nuestro cerebro está diseñado para atender a otras cosas. Si ambos aceptáramos esto y dejáramos de intentar cambiarnos, se evitarían muchos conflictos de pareja.