Cuidarse y aprender a quererse, para dar lo mejor de ti a los demás

¿Qué es “El efecto tarta” y por qué el egoísmo positivo

puede ser bueno?

– ¿Qué necesito?

– ¿Qué es lo que quiero?

– ¿Qué es lo que a mí me gusta?

Estas son unas preguntas de lo más sencillas y básicas, pero que muy frecuentemente solemos sustituir por ¿qué es lo que otros necesitan?, ¿qué quieren? y ¿qué es lo que les gusta?, olvidando que nosotros somos la persona más importante en nuestra vida, dando toda prioridad a los demás.

Tenemos muy interiorizado que en nuestro día a día debemos ocuparnos y preocuparnos por todos, es decir familiares, amigos, compañeros…, por cómo se sienten, qué necesitan, qué quieren, y esto está muy bien, pero siempre que lo hagamos sin dejar de prestarnos atención a nosotros mismos. Con frecuencia no nos la prestamos, y no creas que no lo sufrimos y que no tiene consecuencias, y es que el abandono de uno mismo mantenido en el tiempo, puede derivar en un trastorno de ansiedad, depresión, e incluso enfermedades físicas.

Muchas personas llegan a mi consulta porque se encuentran frustradas y con mucha ansiedad, y no se sienten correspondidos o consideran que dan mucho a los demás, y a cambio reciben muy poco. Su estado empeora cuando además, analizando su situación, creen que esto es debido a que no merecen la atención de los demás o que lo que dan no es suficiente y deben dar aún más.

Buscan su felicidad enfocándose en la dirección equivocada, sin darse cuenta que de quien se tienen que ocupar más, es de ellos mismos. Además hay que quererse y cuidarse mucho, para poder dar lo mejor de nosotros a los demás. En esto consiste “El efecto tarta”.

Me gusta hacer dibujos en la consulta, porque considero que ilustran muy bien las ideas que quiero transmitir y facilitan que los pacientes puedan entenderlas. Uno de los que más hago es el de una tarta. La dibujo y se la muestro a mis pacientes diciéndoles que a partir de ahora se coman el primer trozo y después, repartan.

Siempre se sorprenden mucho, y no es que les esté diciendo que se salten las reglas de la buena educación, sino que con esta metáfora simplemente quiero trasmitirles que, aquello que no se den, no se lo va a dar nadie. Y aunque te lo den otros, si tú no te lo has dado antes, no te va a llegar y no lo vas a poder sentir en su plenitud. En definitiva, que si tú no te quieres, el amor de los demás te puede llegar, pero con dificultades, o hasta el punto de que incluso puedes no sentirlo. Por otro lado, no podemos ofrecer aquello que no tenemos, por lo que no podremos dar alegría, si no la tenemos, no podremos dar felicidad si no la tenemos y no podremos dar nada que no tengamos nosotros antes.

A pesar de que esto es muy lógico, cuidarse y aprender a quererse no es fácil. Tenemos la idea de que hacerlo es de egoístas, y nos han enseñado que esto es malo. Por el contrario aceptamos que debemos estar siempre dándonos a los demás, y nunca decir que no, y que tener actitudes sumisas y abnegadas es de personas buenas. Así solemos dejar nuestras necesidades para lo último, y claro acabamos sintiéndonos mal. Te propongo practicar el «egoísmo positivo», con el que no me refiero a convertirte en una persona que únicamente pienses en ti y que te olvides del resto del mundo. Más bien es lo contrario, pues si tú estás mal, poco vas a poder ofrecer a los demás. Nos vamos a querer y a cuidar, para ser más felices y poder ofrecer a los demás la mejor versión de nosotros mismos.

Así que mira cómo te sientes, y si en esa entrega y dedicación a los demás eres feliz, y si estás contento y lleno de energía, estupendo, porque por supuesto que hay personas que encuentran en ello su sentido de la vida y esto es maravilloso. Pero si no perteneces a este grupo, si te sientes vacío, triste, que no tienes tiempo para ti, y que te gustaría hacer otras cosas, pero la dedicación a los demás te lo impide, y por ello estás frustrado o con ansiedad y ves cada día como una prueba a pasar, algo tienes que cambiar.

Piensa en lo que quieres, lo que te gusta, lo que te apetece y lo que te sienta bien. Pues necesitar, necesitamos pocas cosas, como alimentarnos, descansar o abrigarnos, pero la lista de lo que queremos es bastante más larga. Ahora te invito a que te fijes en si le estás prestando la suficiente atención a esa lista. Y para ello hay dos claves que te dirán si lo estás haciendo.

La primera es el tiempo, pues si cada vez que llega la noche te das cuenta que has dedicado todo el día a los demás y no has tenido ni un ratito para ti, para hacer algo que te gusta, para practicar una afición, para relajarte, para leer el libro que te apetece.., y sobre todo si esto es así día tras día, algo está fallando. De modo que reflexiona y haz los cambios necesarios para que te puedas comer tu trozo de tarta. Y es que nos creamos obligaciones y necesidades, que elevamos a la categoría de trascendentes, y que nos roban el tiempo. Pero si reflexionáramos sobre ellas, nos daríamos cuenta que no son tan importantes, ni tan necesarias. El día tiene 24 horas y tenemos que plantearnos qué hacer con ellas, y es de justicia que dejes algunas para ti. ¿No te parece? Si te cuesta, comienza con pequeñas acciones que te permitan sacar un poco de tiempo y, poco a poco, ve reservándote tu momento cada día, porque verás que bien te sienta. Esos momentos para comernos nuestro trozo de tarta, cada uno el suyo, el que le guste, el que le haga feliz.

Otra clave para darte cuenta de que antepones las necesidades de otros a las tuyas, son las veces que contestes “me da igual” cuando se te propone algo. Esta frase habría que eliminarla, porque en realidad a nadie le da igual, y con ella solo se busca el querer agradar, el aprecio y el cariño, a costa de siempre aprobar las decisiones de los demás. Aunque al final aceptes la propuesta del otro, se tendría que decir lo que necesitas, lo que quieres y lo que te gusta, o lo que te apetece, porque no te da igual. Muchas veces les digo a mis pacientes que se repitan la frase «merezco ser feliz», y algunos no pueden hacerlo y se les saltan las lágrimas al intentar decirla, ¿cómo se puede llegar hasta ese punto de creer no merecerlo?

Una técnica para empezar a pensar más en uno mismo, que funciona muy bien, es pensar en que educamos con el ejemplo y analizar nuestras acciones como si las estuvieran haciendo otros. Estoy segura de que si tienes hijos, sobrinos, etc, no querrás trasmitirles que hacer siempre lo que otros quieran es la forma en que hay que vivir, y tampoco te gustaría que actuasen así las personas que quieres. Al contrario te encantaría ver como ellos son capaces de cuidar de sí mismos y cubrir sus propias necesidades.

Porque cuidarse y atender a nuestras necesidades, es el pilar en el que se asienta una buena autoestima y, por consiguiente, la felicidad, la tuya y también la de los otros. Ya que a todos nos gusta estar cerca y compartir con las personas que son felices, que están alegres y contentas, pues suelen ser personas medicina, que nos contagian su alegría, su vitalidad y su entusiasmo. Es difícil que un hombre feliz haga daño conscientemente a otro.

Así que además de comernos nuestro trozo de tarta, anima a los demás a que se tomen el suyo, porque ni imaginamos la ganancia que obtenemos, cuando les animamos a ello, y nos van a estar enormemente agradecidos y después cuando reparten, es seguro que nos dan a nosotros unos trozos estupendos. Deja de pensar también que los que siempre hacen todo por otros, ya están suficientemente “pagados”, porque no lo están, sino que más bien el precio que pagan ellos es muy alto, pues estas personas dan y dan sin parar, y aunque reciban algo a cambio, nunca es suficiente, porque ellas mismas se han abandonado. Si siempre anteponemos las necesidades de los demás a las nuestras, es muy posible que con el tiempo podamos caer en una profunda tristeza e incluso depresión. ¿Cómo podríamos ayudar a los demás en estas condiciones?

Doctora, ¿a mí cuándo me toca?, me dijo una paciente en consulta, que llegaba muy triste y a punto de una depresión.

Puede que comenzando a cuidar más de ti mismo, tengas el miedo de que otros se alejen de ti.

Pero ten en cuenta algo, y es que los que se queden y acepten ese cambio en ti, y los que no solo lo acepten, sino que lo aprecien, son las personas que merece la pena que se queden en tu vida. Y si tienes que buscar y empezar nuevas relaciones, piensa que tú vas a estar mucho mejor, porque has decidido cuidar de ti, y por ello, las relaciones que crees a partir de ahí, van a ser siempre mucho mejores, sanas y enriquecedoras, y de esto no te tiene que caber la más mínima duda.

Sé que hacer este cambio cuesta mucho, pero si continúas en esa línea de frustración y abandono, tienes muchas posibilidades de que se vea afectada tu salud. Continuar ahí puede hacer de ti una persona amargada, triste y con mucha rabia, y el rencor y el resentimiento pueden convertirse en compañeros habituales en tu vida. Así que, si te has convencido, y has entendido la necesidad que tienes de cuidarte, aquí tienes alguna recetas para empezar.

– Hablándote cómo te gustaría que te hablaran: muchas veces nos referimos a nosotros mismos como nunca le hablaríamos a otra persona. Lo peor es que no le damos importancia, pero las palabras pueden ser medicina y pueden ser tóxicas. Pueden ser amor y pueden ser veneno. Pueden ensalzarte o pueden hundirte. Pueden herir y pueden sanar. Por todo ello, tienes que estar muy atento y observar cómo te hablas. Y si no lo haces con amor y respeto, haz todo lo posible por cambiarlo, porque si cambias tu lenguaje, cambiará tu vida. Decide dónde quieres estar y elige las palabras que te acompañarán en ese camino.

– Dejando de pensar tanto: sí, solemos pensar mucho, demasiado, deteniéndonos especialmente en nuestros pensamientos negativos. Los positivos, pasan por nuestra mente como si se deslizaran por una pista de esquí, desapareciendo con bastante rapidez y raras veces nos detenemos en ellos. Pero los que nos hacen sentir mal, los que nos crean ansiedad…, son los que analizamos y a los que damos vueltas y vueltas en nuestra cabeza. Cuanto más pensamos y más los examinamos, por consiguiente, más posibilidades tenemos de pasarlo mal.

– Dejando de discutir: discutir supone un gasto de energía tremendo. Además, cuando la discusión ha sido fuerte, nos sentimos tan mal, que parece que nos hayan dado una paliza. Esto se produce por las descargas de adrenalina y cortisol, que se generan en nuestro cuerpo cuando discutimos y que nos provocan un estado parecido al que tendríamos si estuviéramos en una batalla. Aunque solo sea en términos verbales o mentales, nuestro organismo por completo responde como si esta batalla, la estuviéramos llevando a cabo con cada célula de nuestro cuerpo.

– Aprende a respirar para relajarte: Con la respiración introducimos oxígeno en nuestro organismo, que es absolutamente fundamental para la vida de todas nuestra células, después nuestro sistema circulatorio es el que se encarga, desde nuestros pulmones, de repartirlo por todo nuestro cuerpo. La respiración, y por tanto el oxígeno, es imprescindible para todas y cada una de las funciones de nuestro organismo y un organismo bien oxigenado es salud. Pero todo va mucho más allá, ya que también es esencial para nuestro bienestar mental y nos permite mejorar en todos los sentidos cuando respiramos de forma adecuada. El problema es que la mayor parte de nosotros lo hacemos de una manera muy superficial y rápida, sin llenar completamente de aire nuestros pulmones. Así que pon tu atención en la respiración e intenta hacerlo de una manera profunda y calmada, porque te llevará a una mente serena y tranquila, pues no hay nada que pueda darte más paz, que respirar adecuadamente. Si nos centramos en nuestra respiración, no es posible continuar desarrollando películas negativas en nuestra mente.

– A jugar: nunca dejes de sacar el niño que llevas dentro. Nos pasamos la vida intentando ser adultos serios y responsables, con muchos conocimientos y muy preparados en lo que hacemos; además de con un sentimiento de responsabilidad muy grande. Y no somos conscientes de que vamos perdiendo nuestra capacidad de jugar, de divertirnos, de sorprendernos. En definitiva, de ser espontáneos e ingenuos, lo que nos sitúa en el momento presente, que tanta falta y bien nos hace.

– A soltar lo que te lastra: hay que ver lo que nos cuesta soltar y es que los humanos nos comportamos como perros de presa. Cuando cogemos algo no hay manera de que lo soltemos, por mucho que sepamos que tenemos que hacerlo. Aunque seamos conscientes de que algo nos está haciendo daño, y lo seguirá haciendo si continúa en nuestra vida, en muchas ocasiones, lo seguimos agarrando con fuerza como si de ello dependiera nuestra existencia. Y digo perros de presa, porque antes de soltar, en muchos casos, desgarramos lo que haga falta, con el dolor emocional que ello supone. Si notas que algo no te sienta bien, suéltalo, no es fácil, pero hay muchas técnicas que te ayudarán a ello, y el beneficio merecerá la pena.

– A elegir tus miedos y que estos no te elijan a ti: tener miedos es normal, es una función adaptativa que lo que quiere es alargarnos la vida. El problema es que la mayor parte de las veces lo sentimos ante peligros o amenazas que solo están en nuestra mente, y que no son más que pensamientos. Pero no por ello dejan de provocar sensaciones desagradables, que nos pueden producir incluso la aceleración del ritmo cardíaco, sudoración o dificultad para respirar, entre muchas otras manifestaciones físicas. Si no puedes evitar sentir miedo, elige los que quieres tener, no dejes que ellos te elijan a ti, esta técnica novedosa y divertida, hace un cambio de pensamiento muy útil para poder manejarlos.

– A moverte: es increíble, pero si estás triste o de mal humor, ponte a hacer ejercicio, por lo menos durante una media hora, no importa el que sea, el que más te guste y verás que cambio de estado de ánimo te produce. El ejercicio tiene la capacidad de relativizar las emociones negativas, puede que sigas enfadado o triste después de correr o hacer marcha o andar durante una hora, pero ya no tanto. Estar activos mejora nuestra motivación, el control de los impulsos, potencia la inteligencia y nos hace más creativos, tolerantes felices… Pero además nos ayuda en el aprendizaje y la memoria, aprendemos más y mejor cuando en nuestra vida está presente el ejercicio. Todo ello porque el ejercicio aumenta unas sustancia cerebrales llamadas «factores neurotróficos», que hacen que se creen nuevas neuronas a partir de células madre, así como potencian las conexiones neuronales. ¡Menudo conjunto de beneficios!, unidos a los consabidos parabienes sobre nuestra salud física, es como para que lo tengamos en cuenta.

– A ser rebelde: desde que amanece nos metemos una gran presión con estas imposiciones que nos hacemos, o que nos hacen otros y admitimos como propias, que nos crean angustia y malestar emocional. A estos yo los llamo los “deberías”, un material que sirve para hacernos en nuestra mente gran cantidad de películas negativas, que generan muchos sentimientos de culpa, frustración y alteraciones emocionales de todo tipo. Búscalos y elimínalos de tu vida, una forma de hacerlo es transformándolos en otro tipo de mensajes sin que conlleven tal obligación, observarás que son mucho más eficaces.

– A olvidarte de los modelos que te limitan: todos tenemos unas expectativas de vida y de cómo esta tendría que desarrollarse en todos los aspectos. También de cómo tendrían que comportarse los demás con nosotros e incluso de cómo tendrían que vivir la vida los demás, y seas consciente o no de ellas, todos las tenemos. Está muy bien que uno sepa lo que quiere y luche por ello, pero si tienes unos modelos tan rígidos, te pierdes muchísimas cosas. Si los soltaras y abrieras tu mente, te darías cuenta de que hay muchas otras posibilidades maravillosas a tu alcance. Porque ocurre que cuando tenemos un modelo rígido guiando nuestra vida en algún aspecto, nuestra atención está puesta y dirigida a él y no vemos más allá.

Y sobre todo escúchate siempre, pues en esa voz interior está el secreto de nuestra felicidad.

– ¿Me he comido hoy mi trozo de tarta? Pregúntatelo cuando te encuentres mal, y mejor aún cada día antes de irte a la cama.

  • Repite cada mañana al levantarte: ¡Qué no me olvide hoy de comerme mi trozo de tarta!.
  • Cuando estés haciendo algo que te gusta y te hace sentirte feliz, dite: Me estoy comiendo mi trozo de tarta.

Recuerda que según te trates, te van a tratar los demás y según te consideres, te van a considerar los otros, pues tú eres un espejo donde se refleja cómo tú te ves, y así también te van a ver los demás.

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