Así se entrena la fuerza de voluntad

Dra. Marisa Navarro, psicoterapeuta y autora de los libros “La medicina emocional” y “El efecto tarta”
www.marisanavarro.com

A todos nos gustaría conseguir esas metas u objetivos que nos proponemos, pero muchas personas los abandonan al poco tiempo de haberlos iniciado, debido a que no están dispuestas a realizar el esfuerzo que estos cambios requieren. Se escudan en su creencia de que no tienen fuerza de voluntad, como si ésta viniera marcada genéticamente. Pero la buena noticia es que no lo está, todos tenemos fuerza de voluntad para lo que queremos. Tampoco nacemos con una fuerza de voluntad determinada y la vamos gastando a lo largo de nuestra vida.

La realidad es que se puede entrenar como si fuera un músculo, y que al igual que la tenemos para realizar una acción que realmente nos gusta, también la poseemos para comenzar a poner en marcha los propósitos que nos van a sentar bien, pero sabemos que supondrán un esfuerzo. Si los quieres conseguir, así es como debes hacerlo.

1.- El primer problema con el que nos vamos a encontrar cuando se decide entrenar la fuerza de voluntad es el “no me apetece”. Entendemos este no apetecer, como una razón de peso para hacer o no hacer algo, independientemente de que el no llevarlo a cabo, tenga consecuencias negativas para nosotros. Por ello, es hora de ir cambiando nuestra motivación y pasar del “me apetece o no me apetece” al “me conviene o no me conviene”. Por ello cuando se dude de lo que tenemos que hacer, una elección muy sabia sería inclinarnos, aunque tengamos menos ganas o no nos apetezca, por “hacer lo que realmente nos conviene” que viene a ser casi siempre, “hacer lo que tenemos que hacer”, o aquello a lo que “nos hemos comprometido con nosotros mismos”.

2.- Para recordarlo y animarnos a cumplir nuestras metas, una buena idea es escribirnos en algún lugar que veamos al despertarnos la frase: “Hoy voy a hacer lo que tengo que hacer”, y repetirla interiormente cada vez que nos haga falta. Igual de importante es ser honesto con uno mismo, no perderse en excusas o inventar dificultades para no ponerse en funcionamiento y procurar no perder el tiempo. Una vez hecho lo que “nos conviene” o lo que “tenemos que hacer” nos daremos cuenta de lo bien que nos sienta.

3.- Para no agobiarse detallando todas las responsabilidades que se han adquirido, hasta llegar a un punto de bloqueo en el que se comienza a descartar propósitos, mirar para otro lado y acabar por no hacer nada. Ante estos sentimientos, la clave está en situarnos en el momento presente, y estar atentos a lo que tenemos que realizar en ese momento, sin dejar a nuestra mente preocuparse por las tareas que tenemos que llevar a cabo más tarde, o darle vueltas a las que ya están hechas y no podemos cambiar. Concéntrate en lo que has de hacer ahora y ponte a ello, sin más.

4.- Recuerda que cuando estás en funcionamiento, te darás cuenta que es verdad la ley física que dice que “la energía genera energía”, puesto que se pondrá en marcha en ti una fuerza que te ayudará, como si fuera un generador de energía para el siguiente asunto que tengas previsto. Al finalizar el día te sentirás muy bien, con la satisfacción de ver tus metas cumplidas. Esto también te favorecerá para dormir bien y descansar mejor, porque qué bien se duerme cuando has cumplido la mayor parte de los objetivos del día, y esto se traducirá en más ánimo y vitalidad para comenzar la siguiente jornada.

5.- Programarte en positivo, pensando en que puedes hacer aquello que te propongas, y planificando todos los pasos a dar para pasar a la acción, sin ponerse piedras, ni obstáculos en el camino. Por ejemplo, si alguien ha decidido comenzar a comer más sano, tendría que comenzar por convencerse y decirse mentalmente, los beneficios que esto va a suponer para su salud, que volverá a ponerse la ropa que le gusta, que va a encontrarse con más energía o que va a verse mejor. Este tipo de pensamientos te anima a comenzar y seguir con la acción.

6.- La repetición, hay que repetir, repetir y repetir, una y mil veces hasta que el propósito sea parte de tu vida. En este punto se pasa por una fase crítica y muy complicada, porque como en la mayor parte de los objetivos se tarda en ver los resultados. Generalmente llega el sentimiento de que se está realizando un gran esfuerzo, pero no vemos los rendimientos. “Esta es la fase de más riesgo y en la que más probabilidades hay de abandonar, pero recuerda: hago lo que tengo que hacer, esto es lo que más me conviene, y repito y repito, y así hasta que ese propósito se convierta en un hábito en mi vida.

Ahora el propósito ya es una costumbre, una acción que ya forma parte de tu vida. Cada uno necesita un tiempo para adquirir hábitos, se habla de 21 días, tres meses, pero date el periodo de tiempo que tú necesites, y lo vas a notar enseguida, pues ya no te cuesta casi ningún esfuerzo llevar a cabo esa acción, puede pasar incluso que la eches de menos en tu vida si no la realizas.

Por último, recuerda que la fuerza de la costumbre es muy poderosa, puesto que es generadora de nuevos hábitos. Si se consigue por ejemplo comer más sano, seguramente el siguiente paso será hacer algo de deporte. El ánimo y la satisfacción de haber tenido una experiencia positiva por haber conseguido tu meta, ayudará sin ninguna duda a plantear y obtener las siguientes. De modo que recuerda y haz lo que tienes que hacer, y lo que más te conviene, y repítelo, y repítelo, y así se creará un hábito, y al principio puede que no sea fácil, pero al final el esfuerzo tendrá sus resultados, y tendrás la satisfacción de alcanzar tus metas, y esa es la mayor recompensa y lo que mejor te hará sentir.

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