Cinco lecciones que muchos senior saben y los juniors no

Art. Gonzalo Martínez de Miguel.
Experto en liderazgo y director de INFOVA.

La llegada de Pablo Casado a la presidencia del Partido Popular completa el póker de jóvenes líderes al frente de los cuatro partidos mayoritarios en España. Aunque la capacidad para regenerar una situación compleja no es patrimonio exclusivo de los jóvenes, parece que en política como en la empresa, la juventud es un valor y la veteranía hay que hacérsela perdonar. No digo que Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez no estén capacitados, pero la lógica me dice que los cuatro, serán mejores profesionales y mejores políticos dentro de quince años.

Defender el “talento senior” no es criticar el valor de los profesionales más jóvenes, sino poner de manifiesto las enormes capacidades para la política, la empresa y la sociedad que tienen los veteranos. Me sorprende que la edad de los profesionales por encima de los 45 o 50 años juegue en su contra, en una entrevista de trabajo por ejemplo, en lugar de ser un dato que les dé más opciones de ser contratados.

Los profesionales senior tienen cualidades diferenciales, fruto de su experiencia, que les convierten en una muy buena opción en la mayoría de los casos. Muchos de ellos han recibido cinco lecciones imprescindibles que les ha dado su experiencia.

La primera de ellas es que las cosas son como son, no como tú quieres que sean, ni son como deberían ser, ni como fueron en el pasado. Y si quieres cambiarlas, hazlo partiendo de lo que hoy es. Aceptar que la realidad es como es en este momento, no te lleva al conformismo, sino a operar desde una base de realidad.

El escritor Jorge Bucay lo explicó a través de tres verdades fundamentales: lo que es, es. Yo soy el que soy. Y él, o ella, es quien es. El profesional junior se enfada con frecuencia con la realidad cuando no es como “debería” ser. El profesional senior se enfoca más en modificar lo que puede ser cambiado, partiendo de lo que hoy es real. Hay una diferencia entre trabajar con la realidad y el simple hecho de juzgarla.

También saben que la vida no es justa. La justicia es un invento del ser humano, un anhelo de la sociedad, es un deseo, una aspiración, pero no una ley universal. La vida es azarosa y frecuentemente injusta. Muchas personas sufren desgracias y contratiempos sin haber hecho méritos especiales para ello. La suerte no se reparte por igual. Lo que si podemos hacer es crear las condiciones para que la suerte aparezca, jugar nuestras cartas lo mejor que podamos y reponernos ante la adversidad lo más rápido posible. Los profesionales seniors tienen un recorrido profesional suficientemente largo como para saber que esto es así.

Conocen que la vida es una partida en la que casi siempre hay otra jugada. Competir como si al ganar esta partida, ganases el juego es absurdo. A la hora de negociar, de competir, de decidir colaborar, de entrar o salir de un proyecto, cuidar la relación con las personas con las que trabajas, incluso con las que compites, es una respuesta inteligente. Los profesionales seniors cuidan frecuentemente mas las relaciones que sus compañeros juniors. Saben que saber ganar es tan importante como saber perder y que nunca ganas todas las partidas.

Por otro lado, a un profesional veterano no hace falta recordarle que la vida profesional es una carrera de fondo, no de velocidad. No puedes dejar de jugar, ni bajar los brazos. Las circunstancias cambian. Aparecen oportunidades no previstas. Los veteranos saben que nada es del todo previsible y que hay que seguir dando lo mejor de nuestra capacidad para tener más opciones de éxito. Con los años, los profesionales entienden también que es esencial cuidarse, descansar bien, alimentarse con criterio, hacer ejercicio, cuidar su pareja, sus amigos y su entorno próximo. No digo que lo hagan, pero saben que merece la pena hacerlo.

Por último, los veteranos también son conscientes de que la arrogancia es una estupidez. Cuando llevas unos años trabajando ya sabes que siempre hay alguien mejor tú en algo. Sabes que no siempre aciertas, que a veces cometes errores y que hay muchas formas de hacer bien las cosas. Pensar que eres el mejor, que puedes que mirar a otros por encima del hombro o que la única forma de hacer bien las cosas es la tuya, es una ingenuidad propia de la falta de experiencia.

En definitiva, partiendo de que cualquier generalización es errónea, los profesionales de más de 45 años tienden a ser más maduros en el sentido deseable. Se conocen mejor a si mismos, entienden mejor la naturaleza humana. La vida es un juego de equilibrios, las organizaciones se enriquecen con la mezcla inteligente de juventud y veteranía. La juventud aporta más potencial y la veteranía más desempeño.

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