CON OCHO BASTA
Art. Gonzalo Martínez de Miguel
Director de INFOVA
No siempre el número de horas laborales está directamente relacionado con el éxito de los resultados. En el caso de muchos directivos españoles, las horas dedicadas al trabajo exceden muy por encima a las estipuladas en su jornada laboral. La causa de esto es que en España está extendida la opinión entre los directivos, de que serán mejor valorados por las horas dedicadas que por los resultados. La razón que justifica este pensamiento es que las horas las pueden garantizar y los resultados, al final, dependen de muchas otras variables.
Según un estudio de la OCDE, en España las horas laborales superan a la media establecida, siendo la jornada laboral de nuestro país de 1.691 horas anuales. Numerosos países con economías potentes como Reino Unido, Alemania o Francia, dedican menos horas cada año al trabajo. Además, los días de fiesta nacional en España, nueve al año, son menos que en otros países como Japón, Corea del Sur o EE.UU. Estos datos me llevan a cuestionar hasta qué punto las horas de trabajo garantizan unos determinados resultados.
A mi juicio, las jornadas laborales nunca deberían superar las ocho horas diarias. Si la jornada se hace demasiado larga, el rendimiento disminuirá conforme aumente el cansancio y la desmotivación. El trabajador acabará agotado y perderá tiempo de descanso, ocio y familiar. Por su parte, a las empresas no les beneficia en absoluto, ya que tener directivos cansados, repercute en su toma de decisiones, su creatividad, la gestión de conflictos o la comunicación. Esta situación es un mal negocio para todo el mundo.
Son conocidas las múltiples consecuencias que puede generar el dedicarle demasiado tiempo al trabajo sobre nuestra vida familiar y de ocio. Sin embargo, no se cuestionan tanto las repercusiones que esto puede acarrear para la propia empresa. Demasiado tiempo en el despacho impide que los directivos acudan a jornadas de formación o simplemente lean e investiguen sobre los últimas novedades en el mercado. Hoy en día, con el mercado “ultracompetitivo” al que nos enfrentamos, es fundamental que toda la plantilla, pero especialmente los equipos directivos, no sólo conozcan sino que lideren las últimas tendencias del entorno. Por otro lado, en casos extremos una excesiva jornada puede tener consecuencias muy perjudiciales para los empleados, como las depresiones u otras enfermedades que precisen una baja laboral. Para las compañías, aparte de la pérdida de talento, esto supone gastos y pérdidas económicas.
Me llama la atención que las empresas no favorezcan que se respeten las jornadas de ocho horas y otras opciones, como la jornada reducida, el teletrabajo… , o que esas posibilidades, sólo se propongan para mandos medios y para la base de la organización, pero esté mal visto para directivos y sea inconcebible para la alta dirección. Parece, absurdo, que si alguna persona quisiera no extender más de lo necesario su jornada laboral, tendría que renunciar a puestos de mayor responsabilidad dentro de la empresa.
Bajo mi punto de vista, la raíz de este problema se encuentra en ambas partes. Es responsabilidad tanto de la empresa como del empleado, que los horarios sean respetados. El cambio de hábito depende más de los propios empleados que de las compañías. Entiendo que es fácil echarle la culpa a la empresa, pero también es responsabilidad de los profesionales, tanto jefes como colaboradores. A muchos profesionales les falta la valentía de romper el “status quo” de los horarios. En España, al contrario de lo que ocurre en otros muchos países del resto de Europa, entendemos que el sueldo nos lo merecemos por trabajar, independientemente de los resultados, y además, si acaso, nos premian por los resultados extraordinarios. Se les escapa a estas personas, que la productividad es el resultado de la mejora de los procesos, de la creatividad y la innovación, de encontrar la forma de añadir valor; por ello no se puede pretender ser más productivos a base de trabajar más horas al día o, mejor dicho, de estar más horas, independientemente de si se está haciendo algo productivo o no, en la oficina.
Por su parte, las empresas se encuentran ahora con una realidad que les ofrece muchas facilidades para rentabilizar mejor los tiempos de trabajo. Las nuevas herramientas de comunicación proporcionan, a todo tipo de empresas y a precios muy asequibles, la posibilidad de gestionar mejor el tiempo, flexibilizar horarios, deslocalizar los puestos de trabajo y de hacer que los empleados realicen sus funciones en mejores condiciones, sin que ello repercuta a su eficiencia y productividad.
En definitiva, una jornada de ocho horas debería ser suficiente para hacer un magnífico trabajo, independientemente de que seas o no directivo. Otra cosa es que ocasionalmente, cuando la realidad lo exija, la jornada se alargue lo que haga falta. No es solo una cuestión de hacer empresas más humanas y más amables para las personas, es también una cuestión de eficacia y de rentabilidad a medio y largo plazo.