El abogado emprendedor
Artículo de opinión
Carlos Pavón- Socio director de IURE Abogados
Año tras año salen de las facultades miles de licenciados en derecho y especializados en diferentes ramas, consecuencia del Plan Bolonia, que busca que el alumno se prepare en un ámbito específico mediante másters y postgrados. Jóvenes que tras su paso por la universidad, buscan introducirse en un mercado laboral complejo, en el que se les exige tener cada vez más habilidades para tener acceso a un despacho de mayor o menor tamaño. En consecuencia, surgen otras visiones para ejercitar la profesión, como podría ser el caso de los freelance. Pero, ¿qué es lo que ocurre cuando uno o varios de estos profesionales deciden establecerse por su cuenta? ¿cuáles son los aspectos fundamentales que deben cumplir para tener continuidad?
En el mundo global actual, los letrados, además de tener amplios conocimientos sobre las leyes vigentes, deben dominar como poco un segundo idioma. En un mundo cada vez más globalizado y con menos restricciones comerciales y barreras de entrada, la adaptación de nuestra normativa al derecho internacional y a las directrices europeas hace necesario que el abogado necesite saber, de primera mano, qué está pasando en otros países y qué nuevas leyes afectarán a nuestro ordenamiento jurídico. Este conocimiento, unido a que en muchas ocasiones se debe ejercer en otra lengua, viene ligado a la necesidad de que el letrado esté acorde a los nuevos tiempos y sepa identificar las nuevas figuras jurídicas y empresariales que se idean fuera de nuestras fronteras, y que cada vez tardan menos en llegar, como por ejemplo, a entes como los Business Angels, el co-funding, etc. En definitiva, nuevas maneras de financiación para las que hay que buscar su adaptación a la normativa y de las que hay que estar informado, ya que muchas veces su novedad las sitúa en lagunas jurídicas.
En este contexto, el Derecho evoluciona como una materia viva que se adecua conforme a los cambios de la sociedad. Una sociedad que vive en plena era digital en la que la tecnología avanza cada vez más rápido y, año tras año, experimenta transformaciones a todos los niveles: hábitos y costumbres en el caso de la irrupción de los móviles inteligentes, o incluso lo vemos ya en algunos puntos de venta directos en los que el propio cliente gestiona el pago del producto. Por este motivo, es vital la capacidad de aprendizaje, para no quedarse obsoletos a los pocos años de iniciar la actividad profesional, de ahí la importancia de tener una formación continua, mediante cursos, seminarios y conferencias. Asimismo, otro aspecto fundamental para todo nuevo abogado, son las nuevas tecnologías, debido a que hacen más rápido el trabajo, son fundamentales en la comunicación y la documentación, y permiten estar informados en tiempo real. Además, los entornos virtuales como foros, gestores de contenidos, blogs especializados y redes sociales, nos permiten observar las inquietudes y necesidades de las personas respecto al área jurídica en la que trabajemos. De esta manera, conoceremos de primera mano información valiosa que nos sirva para adecuar nuestra oferta a nuestros clientes y a los potenciales clientes, respondiendo de manera proactiva
a las nuevas necesidades que derivan de los cambios en la sociedad que anteriormente nombraba. Asimismo, hay que adaptarse a nuevos delitos que se cometen por Internet o a través de dispositivos móviles, como el cyberbullying, robo de bases de datos o la eliminación de información, así como el fraude en el comercio electrónico o el uso indebido de material susceptible de tener derechos de autor.
Por otro lado, hay que destacar la gran competencia entre profesionales que existe en el sector. Esta situación hace necesario hoy en día que, el abogado, además de tener pleno conocimiento de las normativas, tenga buenas dotes comerciales, que sepa generar negocio y sea un buen comunicador para atraer a sus posibles clientes. En la actualidad, su sabiduría y preparación no se demuestra utilizando un lenguaje técnico lleno de conceptos jurídicos que el cliente no entiende, sino siendo claros, concisos y transparentes. Si conseguimos transmitir una cultura de trabajo basada en la adecuación total a sus necesidades, fomentaremos la confianza que nos puede llevar a captar nuevos clientes debido al efecto boca-oreja.
La complejidad que ha adquirido en los últimos tiempos nuestro ordenamiento jurídico, hace que el abogado deba estar casi por obligación especializado en un área. Por este motivo se hace necesario que el profesional sepa trabajar en equipo. Ahora muchos despachos se constituyen como empresas que pueden dar un servicio global a sus clientes y no como figuras autónomas. Esta peculiaridad podría hacernos pensar que se pierde el trato individualizado y directo con el cliente, pero esto no tiene porque ocurrir si el despacho sabe trabajar su imagen de marca, que sepa reflejar ante la sociedad el buen hacer y los beneficios de contar con un determinado bufete. En este sentido, la cooperación empresarial puede ser una ayuda muy beneficiosa para el negocio recién formado. Al igual que ocurre con los pequeños comercios, la unión de diferentes despachos recién formados que trabajan diversas ramas jurídicas puede ahorrar costes actuando bajo una misma marca, y colaborar para ofrecer servicios más integrales.
Hay que destacar que muchas veces los problemas se pueden solventar antes de que se produzcan. Por eso, es muy necesario que el abogado, además de saber solucionar conflictos, trabaje realizando una abogacía preventiva para asesorar a sus clientes, con una orientación proactiva de sus maneras de proceder de cara a dar un buen servicio a sus clientes; esto mejorará nuestra relación con los mismos, que se puede traducir en su fidelización hacia nuestro negocio, pues hoy día la competencia es tan feroz que resulta mucho más costoso captar nuevos clientes que mantener los ya existentes. Asimismo, debe ser un buen negociador y estratega que sepa dirimir entre qué y cuándo se ofrecen más ventajas para un caso, y si es necesario llegar a juicio o es posible decantarse por otras opciones como la mediación para solucionar conflictos.