EL DÍA QUE PARÉ LA ECONOMÍA

Artículo de Opinión
Gonzalo Martínez de Miguel, Director General de INFOVA

Si, yo paré la economía. Ocurrió hace unos ocho meses más o menos. No fue intencionado, fue por miedo. Que puedo decirles, me arrugué.

Me asusté con tanto agorero del desastre, con tanto pronosticador de la miseria. Yo no había experimentado ningún síntoma de crisis antes de tomar mis primeras decisiones para prevenirla y minimizar sus efectos en mi economía familiar.

Como les digo, hace unos ocho meses había pedido un presupuesto para cambiar los armarios de mi casa. No es que no pudieran aguantar como están unos años más, pero hace tiempo que de alguna forma afean los pasillos y los cuartos con esas puertas ya viejas y esa distribución interior de una mínima funcionalidad. Consensuada en casa la decisión de cambiar los armarios, pedimos un par de presupuestos a empresas de interiorismo de nuestra zona. El presupuesto rondaba los siete mil euros, lo que siendo mucho dinero estaba dentro de lo que habíamos estimado en casa que nos podría costar la reforma.

Pero entonces ocurrió. Las conversaciones con el director de mi banco que me anunciaba el Apocalipsis de impagos y devoluciones, la radio de las estadísticas del desmoronamiento económico, los políticos del “realismo responsable”, los amigos que te quieren bien y te piden que seas prudente… y con tanta información sobre la futura recesión yo estuve flojo.

Ahí fue cuando me hice la pregunta fatal, ¿No sería mejor retrasar la decisión hasta que sepamos cuál es la profundidad de la crisis?

Cuando hablé con el de la tienda de armarios le comenté que con la que estaba cayendo iba a posponer la decisión. Para mi sorpresa, lejos de defender la oportunidad de tomar la decisión ahora, me dijo un escueto “lo entiendo bien”.

Lo que no me di cuenta en aquel momento era de las consecuencias de mi decisión. Al no contratar los nuevos armarios, convencido de que yo no sería el único cliente temeroso, el propietario de la tienda temió no tener trabajo para todos sus colaboradores, bajó los sueldos como una alternativa previa antes de despedir a parte de ellos. Tanto él como sus colaboradores decidieron consumir menos y dejaron de comprar en las grandes superficies de distribución alimentaria que son clientes míos. Como estas grandes empresas de distribución vieron caer sus cifras de negocio decidieron implantar políticas de austeridad, y entre esas políticas alguien optó por ahorrar en el servicio que presta mi empresa, con lo que yo pude observar como mis ventas caían, lo que confirmó mi decisión de retrasar el cambio de mis armarios a un momento mejor.

Hablando con unos y con otros, casi pidiendo disculpas por haber parado la economía, pude comprobar que no era el único que había iniciado esa cadena de ahorro preventivo. Éramos más los que habíamos parado la economía por si acaso la economía se paraba. Los primeros habían dejado de cambiar el coche que ya habían decidido sustituir, los segundos cancelaron un viaje por si acaso, otros dejaron de salir a cenar, algunos dejaron de comprar cosméticos que no eran del todo necesarios, y los últimos habían despedido a algunos de sus colaboradores para aligerar los costes fijos de su empresa.

Entonces me di cuenta de que la realidad es que somos un sistema y como tal estamos interconectados. No hay nada que ocurra en una parte del sistema que no afecte al sistema en su conjunto.

Ahora, con la lección aprendida, me pregunto si tendré el poder de poner la economía en marcha. Si mi valiente decisión de compra animará a otro en su decisión, y la suma de estas decisiones individuales tendrían más peso regenerador que miles de millones de euros invertidos en obras públicas.

Ayer pasé caminando por delante de la tienda de armarios. Comprobé con pesar que está cerrada. Pude leer un doloroso cartel escrito a mano, con lápiz de labios, sobre un trozo de cartón de embalar que reza “No pudimos aguantar, les deseamos a ustedes mejor suerte”.

Escrito por Gonzalo Martínez de Miguel, Director General de INFOVA

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