IGUALANDO ALMAS
ThyssenKrupp Encasa
Mark Albert
Director General de ThyssenKrupp Encasa
Mirar el cielo estrellado es siempre una experiencia gratificante y un acicate personal para reflexionar. En uno de esos momentos especiales recordé a este singular y desconcertante científico, Stephen Hawkins, uno de los seres que logró ver algo más que una inmensidad y pudo entender y luego explicar el universo a mortales como yo. Pero me pareció que lo más fascinante era encontrar en él a un ser humano esforzado, afectado por varias discapacidades físicas que, en muchas ocasiones, seguramente le habrán impedido realizar sencillos actos, como la simpleza de subir un escalón. Y aún así, vaya, es Stephen Hawkins.
Dejando un poco mi contemplación del paisaje celeste, me he quedado con la inquietud de constatar un entorno pensado y diseñado para la mayoría sin discapacidad y por esta razón, ¿cuántos Stephens se habrán quedado con sus habilidades en la mano, sin poder demostrarlas ni beneficiarse de ellas? ¿Cuánto habremos perdido como sociedad al dificultar con nuestra arquitectura el desempeño laboral de estas personas?
Con seguridad, más de una vez de camino al trabajo se nos ha ocurrido que sería maravilloso habernos quedado en casa en vez de salir a trabajar, porque más que un placer es una necesidad y hasta un deber. Pero viendo las cosas desde un punto de vista que no sea el nuestro, desde la altura que brinda por ejemplo una silla de ruedas o a partir de la experiencia de moverse a ciegas, las cosas se aprecian muy distintas. Y así lo confirma la gente con discapacidad: para ellas es un orgullo tener la oportunidad de mostrar su valía trabajando, es una vía de ejercer su derecho a la independencia y satisfacer sus necesidades que, dicho sea de paso, suelen ser mayores que las del resto.
En estas reflexiones, rescatemos positivamente que en las empresas es una norma que las personas con capacidades distintas formen parte del grueso de los empleados, y este es un buen paso. Pero como el camino no termina con un paso y queda mucho por andar, el siguiente avance en el mundo laboral consiste en adecuar sus espacios físicos para que sean accesibles no para la mayoría, sino para todos. Desde la legislación española, esto es una ley. Mas las leyes se cumplen cuando la gente las conoce y además está de acuerdo con ellas, dándole valor a las ventajas y las buenas razones de su existencia. Y esto es lo que queremos destacar, que tenemos buenas normas laborales sin ser aplicadas plenamente: ¿qué estamos esperando para hacerlo?
Siendo justos, los espacios-obstáculo no están ahí de manera intencional, sino que vienen dados por la omisión, esa suerte de ceguera ante las necesidades de los otros, a pesar de lo plural y global que es nuestra sociedad. Volviendo a Hawkins, ¿se imaginan que él no hubiera podido realizar su trabajo sencillamente porque unos escalones le hubieran impedido ingresar a un laboratorio? Una gran negligencia de la sociedad, ¿cierto? Si lo podemos ver así, podemos también sentir lo importante que es la accesibilidad en todos los lugares, con énfasis en los puestos de trabajo.
Todo ello significa inversión, por cierto bastante aceptable en relación al rédito que por ella las fábricas, empresas y oficinas pueden obtener, tanto en lo que atañe a rendimiento laboral como a esa ganancia simbólica pero valiosísima que es la dignidad: nada menos que brindar las oportunidades y beneficios que toda persona se merece solo por ser persona, en igualdad de condiciones. Sin olvidar que las personas con discapacidad son los trabajadores más motivados y productivos que hay, así lo afirman numerosos empresarios. Ya lo dijimos, para ellas trabajar no es una pesada obligación, sino un derecho a la realización personal. Y ello, es lo que inculco diariamente a mis empleados: como especialistas en soluciones salvaescaleras, en soluciones para hacer accesibles distintos espacios, que se involucren en cada una de las tareas para informar y concienciar, no sólo en su ámbito profesional, les animo a hacerlo también, en el personal.
Borges describía una plaza de Buenos Aires como un lugar “igualador de almas” porque albergaba a todos por igual. El espacio de trabajo también lo es, añadiría, si es que todos pueden acceder por igual a él.