LA ABOGACÍA Y LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS
Artículo de Opinión
Fernando González, presidente de IURE Abogados
De todos es sabido, que la situación actual de la Administración de Justicia se encuentra colapsada. Me decía el otro día una funcionaria que estaba citando para una audiencia previa a finales de 2016, de una demanda presentada en 2014. Ojalá la sentencia llegue en 2017. Total, que desde que sucedieron los hechos, que dieron lugar a solicitar la tutela judicial, hasta que se puede llegar a ejecutar la sentencia, habrán mediado cuatro años.
Si analizamos dónde se encuentran los cuellos de botella que dan lugar a dichas dilaciones, la mayoría proceden de cuestiones de logística. Con ello, me estoy refiriendo al discurrir del átomo llamado papel dentro del proceso llamado número de autos.
Actualmente, las demandas hay que presentarlas en papel y dar copia también en papel, a tantas partes como vayan a figurar en el proceso.
Sucede con frecuencia que no se localiza al demandado (en estos momentos, miles de demandados personas jurídicas han desaparecido “sin dejar huella”). En consecuencia se produce la parálisis del proceso.
Otro motivo que está dando lugar a los referidos cuellos de botella está surgiendo de la ingente multitud de demandas derivadas del abuso de las entidades financieras (entre preferentistas, cláusulas suelo, multidivisas… en los últimos años han aflorado en los tribunales de todo el país, decenas de miles de demandas).
¿Qué soluciones pueden dar las nuevas tecnologías a estos males que ralentizan el proceso?
Yo creo que para empezar, desde que una persona o entidad es un sujeto justiciable, y que por tanto es susceptible de ser demandante, demandado o ser parte en un proceso judicial, debería tener una firma electrónica que le tuviera conectado digitalmente con la Administración de Justicia de la que es parte. Esto ya sucede con Hacienda; la Agencia Tributaria obliga a determinados sujetos pasivos a que todas sus notificaciones sean vía telemática. Este precedente debe ser ampliado a la Administración de Justicia.
Otro problema que atasca los tribunales es el átomo (el papel) ¿se imaginan el concurso de Fórum Filatélico y el de Afinsa (400.000 afectados que forman parte de dichos concursos) y que han insinuado sus créditos en papel?
La logística de dicho átomo es más que preocupante. ¿La solución? ¿La digitalización de los escritos y de las resoluciones judiciales?
¿Qué hacer con expedientes homogéneos que afectan a miles de afectados que, como hemos dicho, colapsan el día a día de los distintos juzgados del país?
Considerando que la causa de pedir es análoga, los supuestos de hecho igualmente semejantes y que el Tribunal Supremo ya ha creado jurisprudencia, entiendo que desde la demanda hasta la sentencia deberían ser normalizadas, de tal forma que bastaría que un afectado por cláusulas suelo (por ejemplo), rellenara una demanda sencilla previamente establecida y que -en la mayoría de los casos- recibiera digitalizada sin demoras una sentencia igualmente normalizada (dando, eso sí, traslado a la otra parte, la entidad financiera, para que en su caso alegara cuanto fuera menester).
Casos homogéneos que afectan a miles de ciudadanos, no deben ser tratados como si fueran casos diferentes en los diversos juzgados.
Hasta aquí, algunas pinceladas de las bondades de las nuevas tecnologías para desactivar la lentitud de los procesos judiciales. Pero las nuevas tecnologías no sólo van a agilizar la Administración de Justicia; las mismas lo que están haciendo es cambiar el status del abogado.
Hasta hace poco, el abogado era un profesional de proximidad que transmitía imagen, confianza y profesionalidad (se ubicaba en buenas direcciones, elegantes despachos y correcto vestuario). Estos parámetros están cambiando para muchos perfiles de clientes.
Ahora, la abogacía minorista no requiere de esta proximidad. El contrato se firma por internet, el abono de los honorarios por paypal, los documentos que constituyen la prueba se escanean e igualmente se envían por internet y las notificaciones entre el abogado la parte siguen igual camino.
Hoy, para hacer un contrato de arrendamiento, constituir una sociedad, personarse en un concurso como acreedor, reclamar la demora del vuelo a una compañía aérea o la abusividad de una cláusula suelo no se requiere el contacto con el abogado.
Las nuevas tecnologías están cambiando y de qué manera el estatuto de una profesión que está viendo cómo sus señas de identidad están en proceso de transformación.