LA DIETA MEDITERRÁNEA FRENTE A LAS DIETAS DEL RESTO DE PAÍSES DE EUROPA
Se conoce a la dieta mediterránea, como la alimentación tradicional de los pueblos de la cuenca Mediterránea, entre los que se incluye España, siendo el punto de partida eficaz para alcanzar una alimentación apropiada, capaz de mejorar el bienestar físico y una satisfactoria salud, caracterizada por:
– Gran consumo de aceite de oliva y semillas vegetales que constituyen el 95% de las grasas para cocinar.
– Abundancia de frutas, hortalizas, ricas en fibra, vitaminas y sales minerales.
– Consumo muy elevado de pescado (España es el segundo país a nivel mundial en consumo, tras Japón).
– Importante consumo de pan, cereales y pasta.
Los últimos avances sobre estudios epidemiológicos y nutrición hacen referencia a la relación existente entre el consumo de productos que incluye la dieta Mediterránea y un menor riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares y cáncer (máximos responsables de muerte en países desarrollados).
Nutricionalmente, la alimentación española es correcta, pero debido a la influencia de otros países se están variando algunos aspectos importantes, típicos de la dieta Mediterránea entre los que cabe mencionar, la disminución de proteínas vegetales proporcionados por las legumbres, así como la disminución de hidratos de carbono suministrados por pastas, arroces, etc.
Actualmente, tendemos a aumentar el consumo de productos elaborados tales como comidas preparadas, hamburguesas, salchichas o bollería industrial que junto con el aumento considerable de ingesta de carnes (que deberían reducirse), aportan un incremento de grasas saturadas en el organismo.
Las diferencias y similitudes de los hábitos de alimentación de España con respecto al resto de países de la Unión Europea, es otra manera de poner de manifiesto las características de nuestra dieta.
La primera diferenciación entre países, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, aparece en el porcentaje de ingresos que gastan en alimentación, así la media de la Unión Europea está por debajo del 20%, mientras que los países del Norte de Europa oscilan entre el 16-18% (excepto Irlanda que se sitúa en torno al 25%), frente a España con un porcentaje del 23,5%.
La alimentación de casi todos los países comunitarios tienen en común que gran parte de la energía y proteínas proceden de alimentos de origen animal.
Los países del Norte de Europa tienen una alimentación más energética, aumentando el consumo de carne frecuentemente cocinada con mantequillas o grasas animales consumiendo en menor proporción aceites vegetales e hidratos de carbono excepto Reino Unido y Alemania donde se mantiene el consumo de patatas.
En cambio, los países del Sur presentan una alimentación menos energética, aumentando el consumo de pescado fresco y disminuyendo el consumo de proteínas de origen animal, principalmente carne, que se complementa con legumbres y cereales. Asimismo, aumenta el consumo de frutas frescas y hortalizas.
El consumo de leche y derivados lácteos ha alcanzado niveles satisfactorios en todos los países comunitarios, aún así es más alto el consumo de leche líquida en Irlanda, Dinamarca, Reino Unido y España. El consumo de queso es más importante en el Norte de Europa, especialmente en Francia donde se sustituye al postre de fruta fresca, al igual que en Grecia (país con el menor índice de consumo de leche líquida).
Esther R. Adrada
Médico del Centro Médico Nuevo Siglo