ARTICULO REALIZADO POR GONZALO MARTINEZ DE MIGUEL, DIRECTOR GENERAL DE INFOVA

“Estamos pasando rápidamente de una economía monetaria a una economía centrada en la satisfacción con la vida”, al menos esto opina Martín Seligman, presidente durante años del colegio de psicólogos norteamericanos y padre de la Psicología Positiva.

La oportunidad que nos ofrece nuestro entorno profesional para ser felices se ha convertido en una prioridad. Para los que accedimos al mercado laboral hace veinte años, con tasas de desempleo superiores al 20 por ciento, la promesa de felicidad que nos pudiera hacer una empresa era irrelevante.

La situación económica actual puede hacer que esta preocupación por el potencial de nuestro trabajo para hacernos felices se atenúe, pero los profesionales nos hemos hecho ya la pregunta y no la vamos a olvidar fácilmente.

Primero las empresas ofrecían empleo para toda la vida, posteriormente se les pidió que nos mantuvieran formados para ser “empleables” toda la vida, ahora les pedimos que nos permitan ser felices. La retribución que los profesionales esperamos se paga también en la moneda de la “satisfacción vital”

No es sorprendente que empresas del tamaño de Laboratorios Abbott, una de las empresas más importantes de la industria farmacéutica, haya establecido como una de sus líneas estratégicas “ser el mejor lugar para trabajar”

Explica Seligman que los expertos diferencias entre tener un trabajo, una carrera y una vocación. El trabajo es un medio de ganar dinero, si la retribución desaparece, o es insuficiente, el trabajo se abandona. La carrera implica una inversión de tiempo y esfuerzo más allá del retorno inmediato. La vocación es un compromiso apasionado con el trabajo por él mismo.

Las personas con vocación consideran que su trabajo tiene sentido por el mismo, que contribuyen al bien común y mejora de alguna forma el mundo en el que viven. Tienen un sentido de misión, de finalidad.

El Dalai Lama, Tenzin Gyatso, que ha dedicado una parte importante de su vida a la búsqueda de la felicidad, afirma que una actividad productiva es aquella que tiene un propósito que mejora el bienestar de los miembros de una sociedad determinada.

En su opinión, recogida por Howard Cutler en el libro que comparten como autores, “debemos hacer cuanto esté a nuestro alcance para asegurarnos de que nuestro trabajo comporta cierto beneficio para los demás. Para el Dalai Lama, ese es el modo más seguro de forjar un lazo inquebrantable entre nuestro trabajo y la felicidad honda y duradera que todos anhelamos”

En la misma dirección, Viktor Frankl, creador de la logoterapia, en su obra citadísima “El hombre en busca del sentido último” afirma que la depresión nace de la sensación de vacuidad, de falta de sentido vital.

La buena noticia que se ha producido en los últimos años es la claridad de que cualquier trabajo puede ser una vocación y cualquier vocación puede convertirse solo en un trabajo. A la postre no depende solo de lo que hacemos, sino de cómo vivimos lo que hacemos. He conocido personas que trabajan curando el Sida como si vendieran humo y personas que venden humo como si curaran el Sida.

Cualquier jornada de trabajo es una oportunidad para mejorar el día de alguien de alguna manera, para aportar algo bueno a la sociedad.

Si no tiene muy claro su misión en la vida y en el trabajo, le ofrezco la propuesta del filósofo José Antonio Marina, quien afirma que nuestra misión vital es hacer un mundo más digno en la medida de nuestras posibilidades.

En concreto, para aumentar la satisfacción en su trabajo, le propongo que intente los siguientes movimientos:

• Recuerde como su trabajo mejora de alguna forma el mundo en el que vivimos.
• Reoriente su carrera y trabaje en aquello que se le de bien.
• Déle un sentido a las dificultades y los problemas.
• Reconozca y agradezca lo que tiene.

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