Liderazgo Femenino
Artículo de Opinión
Gonzálo Martínez de Miguel
Opinaba Indira Gandhi, ya metidos en el siglo XX, que “en algún momento el liderazgo se relacionó con la fuerza; ahora se relaciona con la capacidad de diálogo”, y defendía la líder india esta capacidad como una cualidad más marcada en el liderazgo femenino, que en el ejercido por varones.
Es cierto que la energía en la dirección ha sido históricamente más masculina y, durante muchos años, las mujeres se han visto excluidas del poder. Aun así hay ejemplos especialmente relevantes de mujeres que han liderado sus pueblos. Un ejemplo es Isabel de Castilla que junto a Fernando de Aragón tuvo una influencia determinante, y sin ella hoy el mundo sería diferente.
Otros muy notorios son Catalina II de Rusia, apodada “La grande” o la larga tradición de reinas que han gobernado por derecho propio el Reino Unido como Isabel I, la reina Victoria, o la actual Isabel II. Quizás ellas facilitaron que la británica Margaret Thacher, fuese la primera mujer en Europa en alcanzar el puesto de primer ministro. A pesar de estar encuadrada en el partido conservador británico, su visión de las mujeres en el poder era muy atrevida. Sobre el liderazgo masculino afirmó que «en cuanto se concede a la mujer la igualdad con el hombre, se vuelve superior a él». En otro momento afirmaría “puede que sea el gallo el que canta, pero es la gallina la que pone los huevos”. Hablando de la efectividad y la capacidad de las mujeres para hacer que las cosas ocurran, opinó que “si quieres que se diga cualquier cosa, pídeselo a un hombre, si quieres que se haga algo, pídeselo a una mujer”.
Hoy ya no es extraño ver a una mujer al frente de cualquier institución, equipo, o país: Ángela Merkel en Alemania, Mary McAleese en Irlanda y Tarja Halonen en Finlandia. Fuera de Europa las mujeres han alcanzado los puestos de más responsabilidad de gobierno en India, Argentina, Chile, Filipinas, Liberia, Mozambique o Nueva Zelanda. Nuestra generación puede ver a una mujer al frente de la casa blanca, Hillary Clintón estuvo muy cerca de poder competir por ese honor.
Sin duda, son ejemplos que demuestran que las mujeres son tan hábiles a la hora de mandar como los hombres y suponen que no existe nada que justifique lo contrario, por ello creo que ya va siendo hora de que veamos en las empresas españolas más presidentas, directoras generales y consejeras delegadas. No porque lo forcemos de forma caprichosa, sino porque la simple meritocracia de las empresas así lo disponga.
Los estudios sobre liderazgo entre las directivas y directivos que trabajan en España, que hemos realizado en el Observatorio de Comportamiento Humano en la Empresa (OCHE), no terminan de encontrar grandes diferencias en cuanto al estilo de dirección, y la forma de pensar su función, a causa del género. Es cierto que hay algunas diferencias en su relación con la ambición, por ejemplo, pero son menores.
Tradicionalmente se ha considerado que el liderazgo femenino es más intuitivo, más sofisticado, más dialogante, más considerado, menos violento, más estratégico. Nuestra sensación es que esas cualidades son propias de las personas con independencia de su sexo. Observamos también que muchas mujeres están imitando los comportamientos de sus compañeros varones y muchos varones están abandonando posiciones más asociadas con la testosterona.
Los estudios sobre el cerebro afirman las diferencias entre el cerebro masculino y el femenino. La neuropsiquiatra Louann Brizendine de la Universidad de California afirma que parece que las mujeres tienen un 11% más de neuronas en los centros del cerebro, que se ocupan del lenguaje y el oído. Puede ser, por tanto que si tenemos herramientas cognitivas diferentes hagamos un uso de ellas distinto. No obstante si, como afirma el filósofo José Antonio Marina, lo que hacemos esculpe nuestro cerebro, independientemente de la química del mismo, la habilidad de dirigir se entrena y se aprende desde la práctica.
Por ello, los niños y niñas que vayan a dirigir mañana deberían ejercitarse por igual en la toma de decisiones, la asunción de riesgos, el análisis de alternativas, la capacidad para ordenar ideas, la perseverancia, la equidad, la gestión del éxito y del fracaso para poder dejar, todavía más atrás, la idea de que el liderazgo es fundamentalmente cosa de hombres.